lunes, 3 de enero de 2011

Ansiedad.

Encerrada en mi propio cuerpo. Sin la mínima esperanza de poder huír, de encontrar mi libertad. Así me siento a veces. Y lo que más duele no es el dolor físico, que lo hay, sino el alma. El intenso dolor en el pecho, las taquicardias, la dificultad para respirar, no son nada si lo comparas con el dolor interior, las ganas de llorar, la imposibilidad de dejar la mente en blanco... Como alguien me dijo alguna vez: la ansiedad es un cemento que nos agarra el corazón, los pulmones y las piernas.

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